Que hipocampos enamorados descuarticen el horror Que bandadas de jacintos acuchillen la indiferencia Que Orfeo guíe a Arcadia a libaneses y palestinos Que Eurídice queme infiernos y funde la alegría Que la paz se acune en partituras de Gounoud Que huérfanos saciados impongan la justicia Y sirocos enfurecidos asesinen la crueldad Para donarnos con hambre de lluvia Y repatriarnos a todos en brumas de luz Cristina Castello París, 27 julio 2006 Mientras Palestina y el Líbano regurgitan pavor.
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