EL HAMBRE ES UN PLATO HISTÓRICO SIN FONDO El hambre es un plato histórico espeso, muy espeso, de gruesos bordes y del tamaño del planeta acechado que lo muerde. Pero nadie nombre al hambre ni a los mecanismos legendarios y aceitados del olvido: es político, es grosero y tendencioso. Mejor miremos todos a la Luna, a Venus y a Mercurio, y cantémosles a los cuerpos celestes y a sus órbitas: es alentador, es místico, grandioso (y nos evitará inconvenientes, cercos, odios, mala fama). Oremos, cantemos, y callemos en todos los idiomas; así se hizo, ¡así se hace!; y hablemos de esperanzas y de ayudas e inversiones que traerán mejores cepas y abundancia. Nadie nombre al hambre por su nombre, nadie por sus industrias y oficios increíbles; presidentes, comisionistas, inversores, infantes, obispos, escribas y ministros. Además, siempre, siempre hubo días de sol o niebla y tiempos de granizo; así, así, así es la vida con su azar, su espada filosa, su prensa diaria y su destino. Quien quiera saltar, que salte; quien quiera entender, entienda, o se marche a otra parte. Pero nadie nombre al hambre por sus barrigas, por sus grietas y tormentas, y nadie quiera contarle en voz alta las costillas. Que los rituales sean en silencio o con propuestas (y en lo posible que no queden registros), mientras todo, el país, el continente, el planeta, siga dando vueltas como una calesita chirriante, rodeada de cielo prometedor y de humareda. Eduardo Dalter Buenos Aires, febrero, 2006 |