Y si algún día el trabajo dejara de ser una faena forzada un itinerario de penas un tiempo de los otros para convertirse en nuestro derecho a construir un camino de agua un torrente de guijarros una suma de caracolas donde albergar la risa si no fuese ese oficio ajeno de contabilizar salarios y plusvalías sino un almacén de astromelias para edificar la vida los días no tendrían esa dimensión de calendarios sino que abrirían sus compuertas solares para la resurrección de los oboes y la celebración de las cuerdas entonces cada hora sería festiva y de nuestras manos saldría un estruendo de sístoles buscando la constelación exacta de su infinito el ojo se engalanaría con el color de los cristales para alcanzar la eternidad que mana del suspiro de los peces y la respiración de las hojas y la única disputa la entablarían los azules y los verdes los violetas y los naranjas en su afán crepuscular de ser albergue y aposento de la alegría del hombre ¿no bastará acaso con decidirlo para espantar las tempestades y hacer la travesía del adagio al andante y del andante a la exaltación del allegro que nos nombra y designa persistentes transeúntes de un tiempo en clave de estremecidas mandolinas? mery sananes / del libro del hombre |