cuando la madre de todas las madres le hizo hatillo y con las albadas del alma amamantó sus sueños
ella, que, sin saberlo cultivaba arrozales en la revolución de los tiempos
le puso caracolas al desierto y rosas de terciopelo a las mañanas del cielo
y, así, tejiéndole algodonales a la noche un día, de esos que ya escasean pidió un deseo
fue así como el amor creció y creció y más nunca nadie pudo pararlo ni dinamitarlo ni acorralarlo
desde entonces, ella que cultivaba arrozales en las albadas del tiempo
canta como los ruiseñores todos los días me llama con su canto de arrozales
f. bellido/nov-2011 |
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