no quiero la luna hoy ni las estrellas siquiera sino el dolor, todo el dolor del mundo que se condensa en el pecho herido en el triste revoloteo de un día roto, astillado por la metralla
no quiero tus manos ni las cenizas de tus brazos diseminando alas quebradas en la conjunción de los vacíos
sino abismo sobre abismo hasta que su esqueleto sea tan blanco como el día que te encuentres completamente desarmado
y abriré los ojos, sus propios ojos para enseñarte la profunda caída y todo el desconsuelo