Los niños tienen derecho a transitar de asombro en asombro, de maravilla en maravilla, de milagro en milagro súbito. A descubrir portentos en el naranjo enhiesto en el patio que convierte las pepitas de oro incrustadas en sus gajos en nuevos árboles. Pendientes a dar vida a seres y objetos que aparentemente no la tienen. A conversar ilusos con las nubes, saber lo que piensan las piedras. A tener comentarios de los vínculos de amor existentes entre el sol y la luna, la tierra y el cielo, el cerro y la colina. |
De: Nuevos Derechos Universales del Niño (Danilo Sánchez Lihón)